No se olvida hablar, dicen los científicos. No se olvida a pesar,
incluso, de haber estado en coma. Se pueden perder otras habilidades:
motricidad, reflejos, memoria, pero no el habla.
Necesitamos comunicarnos, pero de cualquier forma?
Hoy en día, uno de los grandes problemas de las redes sociales, creo,
es que la gente confundió participación con opinión y por ahí
derechito, con juzgar.
No se puede cometer un error simple porque se corre el riesgo de ser
la comidilla de todos aquellos que creen que por tener un correo
electrónico ya son dueños de la verdad absoluta. Nuestros elementos de
valor para generar opinión se limitaron a “alguien me contó” o, incluso
–lo más triste- “es el tema de moda”. Y la investigación? Hermano, ahí
tenés Wikipedia, por lo menos.
Yo soy semi disléxico y no se imaginan lo que sufro cada vez que escribo algo y siento que trnqué un par de letras.
Criticamos, decimos lo que creemos, señalamos sin fundamentos y hasta
herimos, pero fresco, son las ventajas que te da el hecho de estar
siempre detrás de una pantalla hundiendo unas teclas, respondiendo al
impulso cerebral de escribir, no de pensar.
Punto aparte: en estos días hablaba con un amigo músico -de una banda
la cual admiro y respeto profundamente y de la que me considero gran
seguidor- y me decía, hablando de mi carrera de comediante: “Espero que
llegue el día en que me sorprendás con lo que decís”. Le pregunté, “me
has visto alguna vez?” y su respuesta fue: “Pues, te vi una vez en
televisión”.
Me quedó sonando ese que, para mí, fue un momento incómodo, y solo
después de un largo rato encontré la respuesta que me hubiera gustado
darle en ese instante (a veces no soy tan efectivo pensando, o demás que
conecto mucho el cerebro antes de, para no salir con barrabasadas).
Pensé: “Creés conocer todo sobre mi carrera solo porque viste un pedazo
en televisión? Es como si yo dijera que conozco toda la discografía de
tu banda por haber oído 2 canciones”. Cierro paréntesis.
Dicen los científicos que en la evolución del ser humano tendemos a
perder todos los dedos de las manos, salvo el pulgar y el índice. Ya no
necesitaremos los corazones, anulares y meñiques. Para qué si hoy
manejamos un control remoto con solo dos dedos. Los mismos que usamos
para hablar por el blackberry, el iphone o el Smartphone de moda. Cada
vez hay más smartphones en manos de dumbpeople.
Ni siquiera el teclado nos salva de la evolución. A mí, por lo menos,
no me sirvieron mucho las clases en el colegio. Sigo escribiendo con
los dedos índices de cada mano de la misma manera en que lo hacía en
1992, cuando el padre Claudio (creo que se llamaba así) nos dictaba la
clase más absurda que tuve en todo el bachillerato: mecanografía. No me
sirvió de nada saber que la A se marcaba con el meñique de la mano
izquierda. Nunca lo necesité, fue solo un susto que me querían dar. Lo
mismo cuando me dijeron que en Estados Unidos nunca me iban a poner
atención si no hablaba perfectamente inglés. Falso!
El ser humano, de una u otra forma, ha encontrado la manera de
comunicarse, de hacerse entender. Ha sido parte de su propia evolución.
Los idiomas no nos impidieron construir imperios, acabar
civilizaciones, crear e interpretar calendarios cientos y miles de años
después de haberse hecho (incluso algunos de culturas extintas).
Entonces, en qué fallamos? Será que no estábamos preparados? Seguimos
siendo un pueblo chismoso que gusta de participar, de comer del muerto,
de ruñir el hueso a ver qué encuentra? Enceguecido? Terco?
Mañana alguien trinará algo desde su iphone, con tan mala suerte que
el corrector de ortografía no reconozca la palabra y la cambie
automáticamente por otra sin sentido. Y ahí estaremos, tildando de
ignorante a quien trinó. A lo mejor seré yo, o alguien como yo, que con
semi dislexia cambie algo. Y estaremo mofándonos de ella. Sin pensar un
solo segundo en la responsabilidad de opinar.
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