lunes, 26 de junio de 2017

Escribo esto para darme palmadas en el hombro. Para darme un consuelo, quizás. Para decirme “también vos, fresco”. Escribo esto para decirme que no todo está mal, que se falla pero es parte de la ruta. Escribo esto para pelear conmigo mismo, para ser ese lado que cree, que aún ve luz, que sabe que no todo está perdido. Ni siquiera uno mismo. Escribo esto como represalia a ese otro personaje que me habita y que se ha rendido. A ese que decidió ser el ateo de ese dios que que es él mismo. Escribo esto para no reprocharme si fallo, para pedir perdón por haberlo hecho, para no regañarme si he lastimado y en vez de señalarme, mostrar la herida y comprender el daño y aprender y corregir. Ya ese otro me dio palo, me dijo mediocre, inepto, ridículo y patético. Ya ese otro ha hurgado mucho en la herida y ha disfrutado el dolor. Ya lloré. Escribo esto para entender que defraudarse a uno mismo es posible, pero no es el final. Escribo esto con una mano buscando paz mientras la otra mano la muerde. Escribo esto para sanar las encías sangrantes de esa otra mano. Escribo esto porque si no me siento hoy al teclado seguramente dejaría que hablara el otro y ya estoy cansado de escuchar su rabia, sus palabras que arden. Escribo esto desde la orilla calma, desde el mar tranquilo, desde el viento que limpia y mientras escribo tiemblo y me sacudo. Escribo esto porque es doloroso, porque hay pasos que buscan la cuneta, porque uno se dobla pero no se quiebra. Escribo esto para parar en la ruta. Mirar el paisaje y buscar lo lindo así sea un chiquero lo que esté al frente. También vos, fresco.

miércoles, 29 de marzo de 2017

No toda soledad es abismo aunque quieras saltar. Fallo, nuevamente fallo. Pareciera que soy un ser que reparte desgracias, de estar en la casa del lado donde sucede eso de estar en el lugar correcto a la hora correcta. Estar ahí y mirar por la ventada y pensar que otra vez no fue. Un fiasco dirían unos. El cuerpo más liviano que el espíritu y eso que sentís que no podés moverte. Que duele pensar. No hay lágrimas que salen, solo pensamientos, ideas. Un abismo al frente. Ideas. Das vueltas y no te has movido un ápice. Sos un clavo mal clavado que ensucia la pared y te usan para colgar cualquier cosa menos el cuadro más valioso porque saben que no podrás con él. Vos sos capaz con ese cuadro y lo sabés pero nunca te pedirán que lleves ese peso. Te miran de reojo. Más temprano que tarde cederás o causarás un daño. Alguien que cruce cerca se lastimará pero nadie entenderá ni se preguntará por qué estás chueco, por qué quedaste así. A vos ya se te olvidó. Te volviste vos mismo un lugar olvidado por el que no quisieras transitar. Pesa todo: la oportunidad ida, la valentía que no llegó. No resultaste tan fuerte como creías, como pensaron de vos, como te dijeron. Ya lo crees. No te da el ánimo. Rasgas la camisa del que acaba de pasar. Lo hieres, ves su sangre. La cagaste otra vez. Otra y otra. No quería, no fue mi intención, pero lo hiciste. Y ahora te dicen que por eso la casa está chueca, porque el cuadro iría en esa pared pero vos no podés con él, como sí pudieron en otras partes. Lástima. Lástima, esa palabra que odias y que te sobrevuela como buitre. Te da asco porque la sentís propia, como si fuera tu apellido. Lástima, lastimas. ¿En qué momento pasó todo? Nada, no sabes, hay ideas sueltas pero no has podido organizar el reguero. El suelo está lleno de ideas que dejaron de volar. Se les acabó el impulso y aterrizaron de mala gana; algunas se despedazaron al caer, otras terminaron debajo de un reblujo que nadie ha recogido, otras pocas aún viven. Te miran como buscando en tus manos otro impulso. Impávido, lívido, te domina lo que no pudiste dominar y te amarra y se te ríe en la cara y te reta, pero no sos Rocky, ni Mr. T, ni Van Damme ni ninguno. Ya dejaste de brincar frente al televisor emulado a esos otros. Otra mentira para tu lista de mentiras: las que creaste y las que recibiste, que fueron tantas que las organizaste por temas, por años, por personas, por situaciones, por sentimientos, por sensaciones, por ciudades, por trabajos, por güevón, por solo, por ingenuo, por abstraído, por confiado, por iluso, por imaginativo, por demorarte en abrir los ojos. Fue tarde, hermano, muy tarde. Ya no te da. Sos una maraña de impulsos que para vos son todo y afuera no son nada. Mírate acá escribiendo otra vez con rabia porque dejaste de hacerlo cuando te asustaste ese día. Vive en vos algo, y ese algo se fue ahogando. Cae. Salta. Deja de sostenerse. Pierde la fuerza. Again and again y vas y vas acumulando esfuerzos vanos. Miras desde la pared y ha cambiado la casa y quisieras irte para esa esquina que nadie se detiene a detallar. Allá estarías bien, sin hacer daño, sin que te lo hagan o sin que te lo hagás, que se te volvió rutina. Ruina. Sos un clavo mal clavado.