lunes, 15 de febrero de 2021

DE INSTANTES Y PEQUEÑOS PRÍNCIPES

Seguro la cabeza volteará sola, como buscando algo por ahí entre el paisaje o como cuando uno canta todo feliz, que sin darse cuenta se mueve, como si uno no fuera uno, como si estuviera pero no. Ser todo y nada a la vez. A veces me gusta no ser yo, dejar que la música se apodere y maneje esto que me dieron por cuerpo. Pertenecerme tanto que me asuste decirme dueño. Pero de esas asustadas chéveres en las que uno dice que tiene miedo pero qué va, lo que tiene es una emoción por allá adentro lo más de bonita, de esas que vienen de visita de vez en cuando y sin pedir permiso se van apropiando de todo. Bailar en una baldosa sin importar que haya un mundo para moverse, y es que para qué necesito un mundo si ya estoy en él. A veces el mundo que se busca está en la distancia que hay en un pasito adelante y un pasito atrás; o para los lados, porque no es uno quien coordina. A veces ese mundo es enorme y dura media canción o miles de canciones que se sienten como media canción; o incluso sin canción, porque también somos ritmos y sonidos y gemidos y quejidos y algunos de esos gestos que también suenan, incluso de silencios que también gritan. Seguro la cabeza volteará sola, quizás buscando, porque nos habitan nostalgias y alegrías.

 

Aprendí a descubrir nuevas formas de cosas que ya tenía. Saber que hay otros fríos para los que no hay suficiente ropa y aun así sé que no harán daño. Descubrir nuevas maneras de sorprenderse, de mirar un árbol que siempre estuvo o ver la misma luna más bonita. Un reguero de palabras que miradas desde un poco más atrás tienen otra forma. Quizás mirar como siempre no sea una buena idea. Quizás ver de otra manera. Una curva, la ubicación que apenas ayuda, cambiar de calle para no desviar la ruta y cuando menos te das cuenta pasa el tiempo hasta llegar al instante en que un trozo de queso es una oferta que donde dice ¿quieres este último pedacito? puede entenderse clic. Hay canciones que no sonarán iguales, incluso sin haberse escuchado. Hay lugares que serán imágenes. Chistes que fluirán solos, como agua, como cascadas. Los caminos se llevan mejor cuando las historias también viajan. Dale, no frenés y seguí de largo que la ruta es más bonita cuando se va construyendo. Se hace camino al andar, escribió el poeta y cantó Serrat. Seguí y no nos preocupemos por el tiempo, dejémoslo que siga, que igual lo hará. Nosotros en otro cuento, que el mundo a veces también es una autopista sin destino, una calle con un tesoro escondido, el olor a trufa, una ducha de agua fría o una mermelada picante. Dejemos que el tiempo siga. Que se desentienda de todo, con su soberbia; sin darse cuenta que hay instantes que duran para siempre, que se repiten, que cambian, porque se muta, se adapta, se gira; como el mundo, como el baile, como gira un día, como se bate un chocolate de limón y se prepara una limonada de chocolate; o como se inventa un color o se crea una nueva regla para hacer fotos. El cambio también es opción. Siempre será una opción.

 

Me gusta cómo suena la niebla, con ese beat indescifrable que sube y hace sostenidos. Melodías que hay que mirar para escucharlas, porque ya se sienten. Se exhibe y chicanea y se va, pero no pasa de largo. Densa y liviana, buena mezcla. Me gusta crear colores. Armonías que se vienen a vivir en uno. Otros sabores, otros miedos, otras sonrisas. Me gusta saber que somos morada de muchas versiones. Paciencia y espera. Afán, si se quiere. La ventana abierta para sentir el viento en la cara. Sentir que se viaja y recordar que tan importante como el destino, lo es el viaje. Serrat, Sabina, Shakira. Salir, seguir, sentir, saborear, saber, soler, ser. Somos. Seguimos siendo.

 

Uno, dos, tres, cuatro. Vuelve el tiempo y se repite, uno, dos, tres, cuatro. Paciencia, sin afán. Hay tiempo, ya le agarrarás el ritmo. Uno, dos, tres, cuatro. El uno con el pie, el tres con la mano. Ya tendrás tu ritmo. Hay instantes que duran para siempre.