If I'm not back again this time tomorrow, Carry on, carry on as if nothing really matters |
“Esa canción nunca va a pegar en radio. No tiene coro y
además es muy larga. Será un completo fracaso”. Decía, firme y convencido, un hombre
importante de la compañía discográfica.
A Freddie Mercury eso poco le importaba. Ya le habían dicho
antes lo mismo, cuando decidió agregarle a la música unos coros que distaban
mucho del rock y se acercaban más a la ópera. “Cómo vas a hacer eso en los
conciertos?”, insistían; él pensaba “en los discos haremos obras de arte, en los
conciertos ya veremos”.
Por eso estaba tranquilo cuando oía al ejecutivo diciendo
sus necias palabras. Muy tranquilo, porque poco le importaba su opinión. Al fin
de cuentas, qué iba a saber un tipo de música, de arte, cuando su trabajo eran
los números.
Freddie y los chicos siguieron trabajando en una canción que
Mercury había traído a un ensayo unos meses atrás. Realmente era una canción
extraña porque constaba de “momentos” y se salía del concepto general de
canción, como se supone debe ser la música. A ellos, poco les importó.
Confiaban en Freddie y además, cuando se las enseñó, sabían que estaban oyendo
una joya musical.
Siempre creyeron en él, incluso antes de ser Freddie
Mercury. Cuando se llamaba Farrok Bulzara y era un tímido estudiante de diseño
de modas que había nacido en Zanzibar, antigua colonia británica en India, y
que había llegado a Inglaterra cuando tenía 16 años. Curioso resulta que el
lugar a donde llegó a vivir con su familia era la población de Middlesex (Medio
sexo).
Freddie y Mercury, nombre y apellido, llegaron después,
cuando ya se llamaba Queen la banda que antes se llamaba Smile y que tenía a
Brian May como guitarrista y vocalista y a Roger Meddows Taylor en la batería. Freddie
llegó a desplazar a Brian de las voces y Smile del nombre. John Deacon, el niño
curioso de la ingeniería electrónica que tocaba el bajo como ningún otro, apareció
poco tiempo después.
Freddie, el nombre, fue solo un capricho por querer llamarse
como los chicos populares de la época; por su parte Mercury sí tiene un poco
más de historia. Una de sus primeras composiciones, My fairy King, contenía una
frase que decía “Mother Mercury, look what
they´ve done to me?” (Madre
Mercurio, mira lo que me han hecho). La estrecha relación de Freddie con su
madre y alguna mística alineación de los astros hicieron que, a partir de ese
momento, el nombre Farrok Bulzara fuera historia y solo apareciera en
biografías. Con dicho cambio, sentía Freddie que siendo aquel -y no él al mismo
tiempo- podría disimular la timidez de la que había sufrido siempre, sumada al
complejo de tener grandes dientes.
Y sí que era tímido. En el escenario podía dar los mejores
shows, vestirse con llamativos vestidos, ser el pastor de miles de feligreses
que iban a ver cómo su dios los controlaba a su antojo. Pero por fuera de su
iglesia era un hombre reservado, callado y con constantes preguntas sobre el
porqué de todo, especialmente preguntándose por qué no podía ser él mismo. Por eso
escribía, para decir con sus manos y con su voz lo que no podía decir hablando.
Mary Austin sabía eso más que nadie. Lo sabía porque fue su
novia y, realmente, el amor de su vida. Las canciones de amor que Freddie
escribió tenían nombre propio y era el suyo. Y lo demostró muchas veces,
incluso esa mañana del 24 de noviembre de 1991, mientras sostenía entre sus
tiernas manos las de Freddie, quien se despedía, esta vez para siempre.
Mary Austin lloró, como lo hizo en otra mañana distinta –o parecida,
no sé-, muchos años atrás, cuando Freddie le dijo que ya no quería seguir
viviendo con ella, no porque no la quisiera, si no porque...ella ya lo sabía. Igual
Freddie le recordó y le prometió que siempre sería el único amor de su vida. Le
cumplió la promesa.
Freddie también lloró, pero estaba más tranquilo. Le dijo de
frente lo que no pudo hacer antes, no por falta de amor, sí por culpa de la
timidez y el miedo al rechazo. O quizás sí lo había hecho, solo que a su
estilo.
Había escrito una canción que no parecía convencional porque
constaba de “momentos” y se salía de lo que se conocía hasta entonces. Pero era
su forma de expresarse. Sabía que se iba a ir de la casa y no quería romper
otro corazón, el de Mary Austin –el suyo ya estaba hecho pedazos-. Por eso le
pedía que aguantara si él nunca llegaba a esa misma hora en la mañana
siguiente.
Ahora estaba más tranquilo y por eso sonreía. El ejecutivo
de la disquera no tenía la menor idea de todo lo que pasaba en la vida de
Freddie como para venir a decirle que su canción no iba a ser un éxito. El
ejecutivo solo pensaba en eso: en éxitos, en números, en dinero. Freddie no.
Freddie creía en el arte como forma de expresar y exorcizar demonios, en
especial los propios.
Esperó a que se fuera el tipo, miró a sus compañeros y
sonrió. Ellos le respondieron con otra sonrisa. Freddie se sentó al piano, tomó
una larga bocanada de aire y esperó que la luz roja que le indicaba que estaban
grabando se encendiera.
Cerró los ojos sabiendo que iba a cantar sobre él mismo. Entonces comenzó: “Mama,
just killed a man…”
Queen es una de esas bandas que me ponen "la piel de gallina", que escuchada en el momento exacto puede hacerme sonreir, reir a carcajadas o hasta llorar. No te imaginas lo que significa para mi haber encontrado -en este preciso momento- esta entrada en tu blog.
ResponderEliminarSé que no fue tu intención específica, pero gracias por hacerme sonreir y recordar.
Un abrazo!