sábado, 13 de noviembre de 2021

ALEATORIO

Prefiero preguntarte por una película que te conmueva, o una canción. O por ese paseo que hiciste cuando niña que te dejó un recuerdo que vuelve con sonrisas. Hablar de sabores de helado, de colores favoritos o a qué te sabe un durazno cuando lo comes tú. No me interesa saber a qué saben los duraznos, quiero saber a qué te saben a ti. Hablemos de bobadas que cuenten más de nosotros que de trabajos. Hablemos de sexo, de secretos, de fetiches y de confesiones. Pongamos temas al azar, así como el azar de habernos cruzado entre tanta gente. De tus ojos y de tu boca. De tus pecas tan bien puestas y de tus lunares que son mapa de ruta. De mis manos grandes y de mi caminar torpe. Del número de la página en la que estás en el libro. Saber si ya almorzaste y qué comiste de postre. En qué minuto y segundo suena esa parte de la canción que te hace bailar. De conciertos. De lo primero que te enjabonas cuando te bañas. Conozcámonos en otra vía, en una secundaria carretera provincial que igual llegará al pueblo. Hablemos de pueblos, de esos paisajes que alguna vez pasaron y se quedaron. De esos lugares a los que quisieras volver para compartirlos, como los duraznos. De panaderías de esquina o de sabores insoportables. De olores para cerrar los ojos. De lugares intocables. 

De profesores alcahuetas, de compañeros olvidados. De costumbres y rutinas, de agüeros, de lo que no puedes dejar de hacer antes de salir de casa. De pecados cometidos. De errores aprendidos. De las cosas que dolieron. De lo que extrañas. Hablemos de cine y televisión. Hablemos profundo y hablemos banalidades. De por qué te gusta que te hagan cosquillas en el pelo hasta quedarte dormida. Del perfume que te cansó. De la razón de ser de esa sonrisa maliciosa. Hablemos de calles escondidas y de las tiendas de barrio con sus curiosidades; del chocorramo de nevera y del yogurt que no volvieron a vender. De por qué no montas en bicicleta y de aquel récord del que todavía te sientes orgullosa. De los regaños de mamá. De las escapadas de casa. De la mirada que te hizo cambiar. De las cuentas por pagar. De los teléfonos que te sabes de memoria. De tu número favorito, de los gustos heredados. Del sabor del primer beso, de ese lugar en el que el piso tiembla cuando te tocan; de aquella vez que saliste corriendo porque tenías miedo, de las veces que ese miedo te hizo preferir callar. Hablemos de juegos de mesa, de tonterías, de galimatías, de chucherías, del lenguaje que inventas cuando te das cuenta de que estás queriendo más de lo que te habías propuesto querer. Sentémonos acá y dejemos que la gente pase que nosotros estamos en otro tiempo. 

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