Agachate el sombrerito y por debajo mirame |
Agarré de la nada la costumbre de escribirle los miércoles
por la noche. La última vez que lo hice sonaba por allá, en algún lado, algo de
la Dúrcal. Nunca supe de dónde salía la melodía. A lo mejor era yo mismo el que
cantaba, pero estaba tan concentrado que no entendía muy bien en qué momento la
música dejaba de ser banda sonora para volverse mensaje.
“Volveme mierda, pero no me matés la magia”, le oí decir
desde el otro lado de la ventana. Allá, lejos. Demás que le hablaba a la
Dúrcal, que a mí ya me había hecho llorar dos veces con ella, cuando lloró Amor
Eterno. Porque la Dúrcal cantaba llorando, y lloraba hermoso. Miré la ventana y
ahí estaba parada, intentado olerme a la distancia, pero yo estaba lejos, lo
suficiente para sentirme al pie sin que se diera cuenta, sin que supiera que
llevaba días oliéndola escondido y con los ojos cerrados, como se debe oler los
miércoles de luna menguante.
En el infierno todos los años son bisiestos. Este no ha sido
mi año. Nunca me han gustado los bisiestos. Ese día extra ni quita ni
pone. Hasta Dios falla en sus cálculos.
La chica que no olía se despertó temprano esa mañana. Cuando
bajó a prepararse el desayuno estaba tan dormida que ni se dio cuenta de que yo
estaba ahí, del otro lado. Me cambió las mañanas, pensé. Maldije sus pastillas.
Regañé en silencio a la Dúrcal porque no apareció esa mañana cuando la
necesité, cuando le pedí que me cantara al oído, que me llorara con cariño. La
ventana está opaca, no veo nada.
El día que la conocí sucedió hace menos tiempo del que me
acuerdo. Alguien me dijo que la noche anterior el sol se había extraviado y esa
mañana decidió salir por el occidente. Demás que esa fue la razón por la que
todo pasó al revés, así que la besé primero sin saber que la quería desde
antes. El amor viene de muchas formas, pero parece tan importante que solo nos
muestran las que somos capaces de manejar, el resto se lo guardan para ellos.
Nos obligan a amar como ellos creen que se debe amar, y no saben que uno ama
desde adentro, desde donde duele, desde el amor libre. No entiendo el miedo a
dejarlo suelto, por ahí, sin que le haga daño a nadie. La olí!
Quisiera pagarle por algo, para sentirme su dueño. La siento
mía los lunes y después se pierde. Por eso espero los miércoles y sus noches,
para hacerla mía, así sea en letras, porque el vino ya se me acabó y tendré que
pensarla sobrio y eso no me gusta, porque entonces la sabré hermosa. Al menos cuando
estoy borracho le encuentro defectos. Sé que no es ella, en el fondo, y por eso
la disfruto un poco más. Hoy la he extrañado, ella lo sabe. Me huele entre
recuerdos porque alguna vez me lo dijo mirándome. No hay vino, no hay nada. Las
gavetas están vacías. Me la bebí entera y todavía sufro su guayabo, que es
dulce y huele a vainilla.
Las fotos que nos tomamos se perdieron en el trasteo de la
memoria. No me gustan los años bisiestos. No debí mudarme tantas veces si no he
sabido de dónde salgo. Y la Dúrcal nada que aparece. Tendré que sentarme a
mirar para algún lado a ver si de pronto llega de sorpresa. Quién? No sé, a lo
mejor ella, a lo mejor la Dúrcal, a lo mejor la suerte que también anda esquiva
por estos días. Suerte aguada que te escabullís entre mis manos, dejame
probarte, así sea por antojo. Si venís, avisame para esperarte despierto que te
quiero conocer, al menos llegá cuando esté sobrio; que me han hablado tanto de
vos que te volviste ajena, porque parecés de otros pero nunca mía. Suerte traicionera
que jugás a ver quién te sirve más que el resto, quién te hace más bulla, quién
te recomienda más. Suerte que engañás a los crédulos, a los fieles, a los que
se están perdiendo. Suerte indiferente que solo te le aparecés a pocos. Acá te
espero, vos sabés dónde vivo, así me mude. Al menos decile que aparezca, decile
que se asome a la ventana.
Moriré sentado una tarde de domingo…y falta tanto.
Sentado no te quedaras esperándola, pues el pensarla te está ahogando,
ResponderEliminarojala pronto este de regreso,
y que estés bien ebrio,
porque esas gotas amargas de esperar al amor
cuando llegan se vuelven tan dulces que empalagan.
Algún día, decidí dejar de esperar, espere por dos años, y aunque no me empalague me emborrache.
Esos recuerdos me perturban, me perturba la vida que deje pasar antes mis ojos por esperar ese amor tan divino y dulce que me prometía venir. Pero ahora lo que más me perturba es el tiempo que espere pues yo nada saque, y te digo, no te sientes a esperar pues ese domingo no morirás, sino que la muerte te atrapara sentado y sin que te des cuenta estará a tu lado. Y te quedaste esperando sin una gota de vino, y sin ese cariño que por la ventana esperabas como un niño.
Bacano haber leído esto.
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