lunes, 13 de agosto de 2012

Garzón

Jaime Hernando Garzón Forero

Dicen algunos que la importancia de un suceso radica en recordar qué estaba haciendo usted cuando se enteró.

El 11 de septiembre de 2001 estaba saliendo de clase de 6 am en la Bolivariana de Medellín; el 25 de junio de 2009 a las 4 pm subía la avenida Las Palmas en mi carro; el 2 de diciembre de 1993 había empezado a trabajar como Papá Noel en el Centro Comercial Monterrey cuando me enteré por medio de los radios de los vigilantes que la historia de Medellín había cambiado nuevamente. Recuerdo también con algo de nitidez la madrugada del 2 de julio de 1994, estando en Girardot, en la finca de mis tíos, cuando éste entró llorando y nos contagió a todos.

El viernes 13 de agosto de 1999 me levanté temprano para ir a la universidad. Tenía clase de 8 am. Por esa época pesaba poco menos de 120 kilos, tenía una novia con la que llevaba 7 meses y creía que el mundo era chévere. Ese día se cumplían 4 años de la muerte de mi abuela paterna, Bertha Elena, que había muerto en 1995, domingo a medio día mientras mis papás estaban en un carro por el oriente antioqueño cumpliendo una cita que tenían con Valentín, un viejo amigo de mi abuelo paterno, Gregorio, el esposo de Bertha Elena, que había muerto, mi abuelo, el 4 de febrero de 1989.

La cita de mis papás con Valentín tenía como objetivo la compra de un terreno que éste tenía para la venta después de haber loteado su finca y haberla repartido equitativamente entre sus 15 hijos. Los cálculos no fueron los apropiados y al final sobraron 2 terrenos que Valentín le ofreció a mi papá al saber que quería comprar algo para armar su finquita, su sueño de toda la vida. El negocio se hizo más fácil cuando Valentín supo que mi papá era el hijo de Gregorio, su vecino de finca y gran amigo de aguardientes en la fonda San José.

La fonda San José era una tiendita pequeña donde se reunían a tomar aguardiente y escuchar bambucos los campesinos y los dueños de las entonces grandes y sin pretensiones fincas de Guarne. Cuando se pensó en construir un aeropuerto moderno, a la altura de una ciudad como Medellín, fue necesario hacer una nueva vía que conectara la autopista Medellín-Bogotá con el nuevo lugar. Milagrosamente la fonda San José se salvó por unos cuantos metros de ser arrasada. Lo mismo pasó con la finca de Valentín.

No pudieron contar tal historia otras fincas, entre ellas la de don Gregorio Mejía Gutiérrez, mi abuelo, y de la cual solo quedaron los recuerdos de sus hijos que cada vez que pasan por allí, inútilmente intentan describirles a los suyos propios cómo era todo hace más de 25 años. Las versiones se encuentran, los recuerdos se estropean, la memoria engaña.

Mis papás se enteraron, no sé cómo, de la muerte de mi abuelita. Cuando llegaron a la casa de ella yo llevaba mucho rato allí. Me había enterado antes de la 1 pm, cuando mi primo Juan Carlos, el mayor de los primos, me contestó el teléfono y confundió mi voz con la de mi tío Rodrigo, al que le decimos Papo, y me dijo que la abuelita se había muerto. Los celulares eran entonces un lujo reservado para mafiosos, así que no había manera de avisarles a mis papás.

No recuerdo qué le dije a mi papá apenas llegó, ni tampoco qué me dijo él ese 13 de agosto de 1995. Pero sí recuerdo perfectamente qué me dijo 4 años exactos después, a las 7 de la mañana.

A mí Jaime Garzón no me cambió la vida. Vine a entender su humor muchos años después. No sé qué vi en él y estoy seguro que se ha dicho mucho y se desconoce el doble de lo que realmente era. Leí su biografía, he visto sus videos, compré el DVD que Caracol sacó, no como homenaje, sino como la más descarada explotación de un nombre. Grabé en un VHS el programa de José Gabriel que transmitieron ese mismo viernes, sin editar, y donde se comprobaron tres cosas: que Garzón era realmente un genio; José Gabriel Ortiz un pésimo entrevistador; y que, por salir del paso, Jaime Garzón cantó una canción que vendieron falsamente como su canción favorita y a cuya frase inicial le dieron el rótulo de “despedida”. Grabé también en el mismo VHS el entierro transmitido por Caracol a la mañana siguiente con D´arcy Quinn y Yamid Amat de gafas negras para no dejar ver sus ojos, probablemente vueltos mierda de tanto llorar a su amigo. De ese VHS no sé nada. Demás que se perdió, demás que está por ahí, guardado en alguna parte en la casa de mis papás. Lo buscaré.

Ese 13 de agosto no alcancé a ver el noticiero CM& en la noche, cuando César Augusto Londoño dijo la frase más sentida que se ha dicho en televisión nacional en vivo. Gracias a YouTube pude hacerlo muchos años después, y se sigue viendo tan honesta y sincera como hace 13 años. No necesitó grandes párrafos, ni derramar falsas lágrimas. Apenas 8 palabras y fue suficiente.

Lo recuerdo. Esa mañana del 13 de agosto de 1999, al entrar a la habitación de mi papá, a saludarlo, lo encontré parado, literalmente, frente al televisor. Tenía su brazo izquierdo estirado y la mano apoyada en la pantalla, con la derecha se agarraba la cabeza. Apenas me vio entrar me dijo “hijueputas! Mataron a Heriberto de la Calle”.

6 comentarios:

  1. Yo también vi la noticia como tu papá. Estaba recién graduada de la Universidad y llevaba poquito tiempo trabajando en Manizales. No sé por qué ese día no estaba en la oficina pero la noticia me cogió al frente del televisor, sola y lo que recuerdo es pura confusión. Y así seguimos, con las evidencias entre un mar de nada.

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  2. Yo estaba haciendo programa en la cabina de Radioacktiva. Esa mañana nos enteramos mientras tratábamos de hacer reír a Medellín y lo seguimos haciendo durante las dos horas que faltaban para que se terminara el programa, con las gargantas apretadas.

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  3. Yo estaba en la universidad. Igual que tú no comprendía muy bien en ese entonces la magnitud de la noticia y menos la genialidad de Jaime Garzón. De lo que sí me acuerdo es de que esa noche iba de "rumba" y le dije al tipo con el que salía que no tenía ánimos, que solo fuéramos a comer. No sé por qué me sentí así. De hecho y aunque crecí en los 80´s, no entendía el país en que vivía. Empecé a comprenderlo con la noticia de Andrés Escobar primero y la de Jaime Garzón después. Sobra decir que de ahí en adelante, dolores de patria han sido muchos, muchos días.

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  4. Excelente texto. La respuesta final, fue la misma de todos "Nos mataron al único tipo que nos hacía reir". Ya lo dije antes, hacer reir es un acto de valentía menospreciado en estos días. Bueno, en este caso, asesinado. Yo estaba en mi casa. Recuerdo la sensación de quedarme congelado. Como si hubiera frenado en seco y el suelo estuviera mojado. Quería parar, pero las cosas seguían moviéndose. Me di cuenta que a pesar que en Colombia ese tipo de frustaciones se repetían con una simetría desastrosa: Galán, Escobar, Álvaro Gómez, la sensación era cada vez peor ¿Pero por qué? preguntaba la mayoría frente al televisor durante las largas sesiones de noticieros de ese día. "Porque somos un país de mierda" contestó César Augusto. Bueno, como un acto de esperanza -supungo- 14 años después, no lo hemos olvidado.

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  5. Es muy triste recordar tantos sucesos trágicos que nos pasan a todos pero es mas triste saber que después de tanto años muy poco a cambiado nuestro país o bueno lo que tanto critico garzón y que muchos se hicieron de la vista gorda, yo en ese tiempo recuerdo estar en el colegio y recuerdo que mi profesor de artística dijo así mismo al enterarse de la noticia de la muerte de garzón(fue el mejor en su tiempo pero serán sus palabras las que seguirán su lucha)..

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  6. Ese viernes iba en el carro con mi padre, camino al aeropuerto a recoger a mis abuelos que llegaban de Bucaramanga, ya que al día siguiente era mi primera comunión, pasamos por el frente de tan recordada esquina en el barrio quinta paredes cuando aún nada había ocurrido, aproximadamente 10 a 15 min después se escucha en la radio la nefasta noticia, mi padre dijo Hay Hijueputa!! Mataron a Jaime Garzón el embolador y acabamos de pasar por ahí!! Se imaginaran el silencio de los dos y el radio a mayor volumen para saber detalles, seguido por una tristeza absoluta, como si fuera algún familiar cercano, y con ese dolor que a la mayoría de colombianos nos marcó para toda la vida.

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