viernes, 24 de agosto de 2012

Yo me hacía el dormido para ver Las Hinojosa


Pocas cosas tienen tanto de dudoso como aquella frase de “todo tiempo pasado fue mejor”. Envidio a los nacidos después de 1990, para ellos internet ha existido toda su vida: Google, Youtube, Wikipedia y Youporn…y una que otra página que enseñe algo, pero para eso se supone que están el colegio y la universidad.

A mí y a mi generación nos la pusieron difícil. No era tan sencillo como entrar a Youporn, donde no es solo ver porno y ya. No, Youporn es porno ilimitado, seleccionable, satisfactor de fetiches, calmante de antojos y convincente motivo de momentos íntimos. 

A nosotros nos tocó duro. Para empezar, los Betamax o VHS eran uno por casa y, por lo general, estaban ubicados en la sala, conectados al único televisor de la familia en la que la madre no siempre trabajaba, así que estaba presente a cualquier hora del día. Y si no era ella, bien podía ser relevada por una hermana mayor (de ella o de uno, da lo mismo). Por eso, cuando el porndealer de confianza aparecía con su última adquisición comenzaba la búsqueda entre todos los amigos de una casa libre de adultos para poder calmar la necesidad preadolescente de ver un par de tetas sacudiéndose tranquilas (porque en aquellos tiempos la silicona solo servía para arreglar ventanas y las tetas se movían tan libres como Juan Carlos Martínez).

Con estos antecedentes no es descabellado pensar que fue un acontecimiento nacional cuando se supo que Amparo Grisales y Margarita Rosa de Francisco, conocida desde muchos papeles antes -y desde entonces en todos sus papeles- como “la niña Mencha”, iban a protagonizar una versión televisiva de “Los pecados de Inés de Hinojosa”, el libro de Próspero Morales Padilla. A mis escasos 10 años poco me importaba quién carajos era Próspero Morales Padilla, además estaba seguro de que el único libro que había leído juicioso para entonces había sido “El mundo de los Gnomos”, narrado por David. 

Pero, como era conocido de antemano, había mucho de erotismo en dicho libro -el de Morales Padilla, claro está-, así que no había que ser un genio para saber el resultado de la sumatoria de los factores: libro erótico + televisión + Amparo Grisales = ¡tetas! Sobre todo por este último factor, ya que Amparo Grisales ha sido practicante del arte del desnudo desde los tiempos del daguerrotipo. Lo verdaderamente llamativo era que, vaya uno a saber cómo, se había filtrado que Margarita Rosa también pelaría en televisión nacional las suyas, y eso era una excelente noticia en épocas en las que no habían revistas como Soho o Donjuan.

Pero no todo era color de rosa, como me imaginaba los pezones de Margarita Rosa, ya que dicho programa sería transmitido en televisión nacional los viernes a las 10 de la noche, lo que correspondía a un irrefutable hecho: gracias a una campaña de Inravisión, todos los menores de edad éramos invitados de honor, después de las 8 de la noche, a acostarnos y dormirnos, no sin antes lavarnos y nuestros dientes cepillar. Así que para ese momento, se supone, yo ya debía estar abrazando una almohada y visitando mis más dulces sueños infantiles.

Asustado, preocupado, al borde de la tristeza, pensé que todo estaba perdido. Muchas noches sucumbí ante el sueño, muchas noches me hicieron sucumbir a la fuerza. Varios sábados tuve que soportar historias de familiares o amigos en las que alguien narraba las escenas más apasionadas mientras yo me mordía los labios para no llorar y dejaba a mi cabeza recrear lo que oía de aquellos que habían visto momentos tan importantes para la historia de la televisión nacional. Porque, y siempre lo defenderé, actriz nacional que pele teta en pantalla -chica o grande- cambia la historia y merece ovación de pie de parte de su público espectador. 

Flora Martínez, Angie Cepeda, Marcela Mar, María Adelaida Puerta y hasta Vicky Hernández han llevado consigo mis aplausos incógnitos. Su sacrificio no ha sido en vano. Yo he sabido valorar la dificultad y el pudor de una escena frente a un grupo de inescrupulosos detrás de cámaras. Y no iba a ser diferente en el caso de Amparo Grisales y Margarita Rosa. Es que pelando teta también se construye patria.

Decidido entonces a cambiar el oír historias (para eso leía el libro) por ver en directo las afamadas escenas, ideé el que para mí era el plan perfecto: me haría el dormido.

Llegado el viernes, después de haberme lavado y cepillado mis dientes, repentinamente fingí un miedo ilógico a dormir solo y pedí a mis padres la oportunidad de abrirme un campito entre los dos para arropar con el manto del cariño paterno a su temeroso hijo. No tuvieron mucho tiempo de pensar su respuesta cuando yo ya me encontraba en medio de los dos, sumido en un “profundo” sueño. 

Compleja labor hacerme el dormido, pero valió la pena. Tan solo fue oír la música de época y los primeros diálogos para que yo, maestro en las artes de abrir cuidadosamente los ojos para fisgonear, dejara espacio entre párpados y distinguir al detalle las figuras que veía en el televisor. 

No pasó mucho tiempo antes de recibir el premio a mi paciencia, sin embargo mis recuerdos son vagos. La mente me es borrosa, solo pequeños fragmentos, mejor dicho, no tengo idea de qué pasaba en la historia, solo sé que por algún motivo Amparo Grisales, en su papel de Inés de Hinojosa, junto a Margarita Rosa de Francisco, en su papel de “Niña Mecha de Hinojosa”, hablaban de algo y sin motivo aparente las ropas cayeron, las tetas salieron y ellas se besaron. No recuerdo más. En ese momento el cuerpo me jugó una mala pasada y mis padres, otrora convencidos del profundo de su sueño de su hijo, percibieron cómo la sábana tenía una pequeña elevación y, muy prudentes, fingieron cansancio y apagaron el televisor. 

¿Por qué tenés que tener vida propia? ¿Muy difícil esperar hasta el otro día? ¿Tenías que manifestarte justo en ese momento? Preguntas que nunca fueron contestadas por el sujeto en cuestión, pero que me impidieron saber qué pasó después, ¿manoseo? ¿Bajada al pozo? ¿Obscenidades de época? ¿Nalgadas? Nunca lo sabré.

Hace unos años Señal Colombia retransmitió la serie, ahora sí en un horario más decente en el que niños de 10 años podían escoger entre “El factor X” o las tetas de Amparo Grisales. Por el rating supe que ganó el primero. Las tetas ya no tienen tanta importancia como la falta de talento y el exceso de lástima. Por mi parte, me dio nostalgia ver a Diego Álvarez y a Delfina Guido vivos, actuando. 

Nunca esperé con la misma paciencia infantil la escena que nunca fue, ya no me interesaba saber qué había pasado entre “Las Hinojosa”. Para entonces ya tenía Youporn.

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