sábado, 1 de junio de 2013

Guane. Crónica de viaje #3


Guane. Santander, Colombia. Abril de 2013

Jorge se adelanta unos pasos, se le nota un poco el afán. Alcanza al resto de compañeros y ninguno parece notar que me he quedado rezagado. Ellos están volviendo a casa, de donde salieron apenas unas pocas horas antes, mientras que yo estoy llegando al lugar que llevo imaginando por más de un año desde que mi novia me recomendó conocerlo.

No llego libre de ideas, le he prestado mucha atención a todo lo que me recomiendan y gracias a cada una de esas invitaciones comienzo a imaginar cómo será el pueblo que estoy a punto de conocer. Igual, no quiero dejar volar la imaginación más de lo necesario; no quiero otra desventura como la que tuve cuando tenía nueve años y un compañero del colegió llegó después de unas vacaciones diciendo que había estado en "El Rodadero" de Santa Marta. A los nueve años la imaginación de un niño es ilógica, por no decir maravillosa, así que junté los factores conocidos -playa y mar- con un ingrediente nuevo -un rodadero- y el resultado fue un enorme deslizadero que iba desde la cima de una montaña hasta el cálido mar.

Como mis conocimientos en entretenimiento acuático se limitaban al paseo anual que el Colegio Calasanz nos programaba al Comfama de Girardota y en el que había toda clase de actividades que mojaran, incluyendo unos maravillosos toboganes, la idea de uno gigante que me llevara desde la Sierra Nevada hasta el mar no era, a mi juicio, nada absurda.

(Nota al margen: Comfama es una caja de compensación familiar muy apetecida en Medellín y su área metropolitana que cuenta con parques temáticos en Girardota, La Estrella y Rionegro. Los más famosos son el primero, conocido como "Las ballenas" por unas piscinas infantiles engalanadas con sendas esculturas que llevan la forma de estos cetáceos -y en las que todos los niños que entran, TODOS, sienten la incontrolable necesidad de orinar adentro- y el último, el de Rionegro, en el que se construyó la réplica de un pueblo antioqueño que fue llamado "Tutucán", de donde salió el reconocido y gran amigo Suso, el paspi)

Cuando en diciembre de 1989 mi tío William nos dijo que íbamos de paseo para Santa Marta todas las ilusiones comenzaron a florecer. El día antes del viaje no dormí y las diecisiete horas de viaje me dejaron exhausto, lo cual no impidió, apenas llegamos, pedirle a mi mamá que me llevara hasta el famoso tobogán de mis fantasías. Eran las siete de la noche y ella, agotada por el viaje, sacó cualquier excusa para hacerme dormir.

Ya imaginarán ustedes la desilusión que sentí la mañana siguiente cuando llegamos a la playa y comprobé que no existía ningún deslizadero gigante. El mito de "El Rodadero" había quedado por el suelo. Años después escuché Slam Dance, una canción de una banda paisa llamada Bajotierra y que cuenta la historia de un amigo de ellos que se suicidó en El Rodadero, y recordé esa sensación de desilusión que tuve. Hasta Bolívar, que murió en Santa Marta, lo hizo con algo de nostalgia.

No quiero otro golpe a la imaginación como aquel, así que esta vez, por más anécdotas y recomendaciones que haya escuchado sobre Guane, prefiero llegar un poco virgen y dejar que la historia, mi historia, se construya sola.

Me tomo una pausa y veo cómo los que hasta hace unos minutos eran mis compañeros de viaje, aquellos que se aparecieron como ángeles en la mitad de un camino que se me hacía eterno, ahora vuelven a interpretar su verdadero papel: el de habitantes de un pueblo al que, si nunca vas, no creerías que existe.



El combo número uno de los viajeros. 

Santander fue el mayor asentamiento de la tribu indígena de Los Guanes y de allí el nombre del pueblo -se dice a manera de especulación que hasta este lugar llegaron los últimos miembros de dicha tribu huyendo de los españoles-. Los Guanes eran habilidosos artesanos y agricultores que sembraban algodón, maíz y piña y que desarrollaron la técnica de conservación de pescado al secarlo con sal. Hacia la segunda mitad del siglo XVI fueron derrotados por españoles y obligados a trabajar como esclavos. La tribu se extinguió finalmente debido, entre otras cosas, a enfermedades heredadas de los invasores del viejo mundo.

Son las doce y media del día y el calor se apaciguó un poco gracias a las cervezas que compartí unos minutos antes con mis compañeros de caminata; quizás por eso no tengo tanto afán como ellos, a quienes se les ve la prisa por llegar rápido a sus casas. Los alcanzo mientras el grupo se separa y cuando voy a despedirme y seguir mi camino, los que se han quedado conmigo me detienen y me piden que me tome una nueva cerveza con ellos. No sé qué habrá sido, a lo mejor la tranquilidad de saberse dueños del lugar, pero el cambio de actitud es radical. Los que antes no me dirigían la palabra mientras caminábamos, ahora brindan conmigo y me dan pequeños golpes en el hombro, que interpreto como leves intentos por abrazarme; incluso uno de ellos me invita a almorzar a su casa pero yo, con lo quisquilloso que soy para la comida, prefiero evitar un momento incómodo y me salvo con la disculpa que la señora en donde me estoy quedando en Barichara me invitó a almorzar. Si ellos me creyeron la excusa puedo trabajar en el Congreso.

Libardo y Dino. Todo héroe merece una Pilsen y un balde lleno de hormigas culonas
La señora de la tienda me pregunta de dónde soy. Le respondo que de Medellín. Parece no importarle, pero al ver mi cámara resume en una frase el pensamiento real de la gente que sabe lo que tiene. Me recomienda tomarle una foto a un árbol del que ni ella misma, ni nadie de los que estamos presentes, sabe a qué familia pertenece. Solo resume el motivo de la fotografía diciendo "acá todo el que viene le toma una foto a ese árbol". Todos la apoyan en su cometido. Para ellos ese árbol es sinónimo de orgullo, es como su disneylandia. Creen que el pueblo no tiene mucho para ofrecer, y como saben que no son un destino turístico obligado, cualquier elemento que se salga de su cotidianidad es motivo para sacar pecho.

El árbol florecido. La postal que recibe a todo visitante


Guane es el pueblo que se quedó viviendo eternamente como si fuera primero de enero a las diez de la mañana. Es la una de la tarde y en su plaza principal no sucede nada. Nadie camina, excepto una pareja de turistas que, al igual que yo, admiran la quietud de un pueblo que se duerme todos los días a las siete de la noche porque no tienen discotecas, bares, ni nada que les regale vida nocturna. Sus siete cuadras a la redonda solo denotan tranquilidad y confianza; la mayoría de las puertas están abiertas y desde la entrada de cada una se alcanzan a ver los jardines que demuestran que las casas se parecen un poco a las personas. Imagino la riqueza interior de cada una y recuerdo esa famosa escena de "La estrategia del caracol" en la que el dueño del lugar quiere tener la fachada muy bien arreglada y hermosa sin importale que adentro todo sea un mierdero. Así somos en el fondo, pura fachada.


Una de tantas casa con sus puertas abiertas. Adentro el jardín mágico

Calle. Cuenta la leyenda que algunos han llegado a ver personas en ellas

Libardo me cuenta con orgullo que en Guane ni siquiera tienen puesto de salud. Cuando necesitan tratar una enfermedad viajan hasta Barichara. En un comentario inteligente agrega: "es que el que se enferma acá se va derechito para el cementerio". Todos ríen. Él sabe lo que quiso decir y yo lo entiendo: la tranquilidad en Guane es absoluta, quien ha de morir sabe que tuvo una vida plena.

Aprovecho y camino hasta el cementerio. Siempre le he tenido respeto a todos los lugares que tienen que ver con la muerte, pero algo me dice que este debe estar lleno de muertos felices y así es. De entrada pareciera que hasta los muertos están relajados. La vista que tienen para la eternidad, al menos por estos años que llevan acostados, es perfecta; el cañón del Río Suárez se ve al fondo y pienso que hay algo de meditabundo en que este cementerio haya sido construido justo en este lugar.

Cementerio. Al fondo el cañón del Río Suárez

No es mucho lo que hay que recorrer en Guane, realmente es un pueblo pequeño. En su plaza principal, como en toda plaza principal colombiana, la iglesia es la reina y señora. Qué irónico que una iglesia de construcción tan bonita esté justo en el parque que fuera el último rincón que habitaron indígenas a los que se  les quiso imponer a la fuerza unas creencias que no eran las suyas. Con mano dura y a sangre se les enseñaron diez mandamientos que debían ser bases sólidas para una vida santa. Diez mandamientos enseñados por unos que, curiosamente, no cumplían ni el quinto ni el séptimo.

Una perra hace una siesta bajo el sol del medio día. Ni siquiera los perros se estresan acá

Parque central. 1:00 pm (increíble, ¿cierto??

Vista frontal de la iglesia. La gente que se ve son turistas

Caminando por el parque llego hasta el museo, quizás el único lugar lúdico de todo el pueblo, pero para mi desconsuelo está cerrado por hora de almuerzo. El letrero en la puerta dice que abrirán nuevamente a la una de la tarde, pero son casi las dos y sigue cerrado. Continúo caminando y al cruzar frente a una tienda me encuentro con otra parte del grupo de los caminantes, de los que se fueron primero. Acá son solo dos. También me invitan a sentarme con ellos y me ofrecen, cómo no, otra cerveza. La pido Ligth porque siento que me estoy empezando a prender. Ellos ya lo están, así que la conversación se limita a chistes malos y a esquivar las esquirlas de saliva que salen de sus bocas cada vez que dicen palabras con la p.

Me parece particular que su estado de alicoramiento sea tan calmado y tan inocente. No sé si es que me leen el pensamiento pero uno de ellos me cuenta que Guane ni siquiera tiene policías. Se jactan de ser un lugar tan tranquilo que las diferencias, cuando las hay, se solucionan con alegatos y argumentos, pero que muy rara vez, insisten, hay peleas.

De pronto uno de ellos recapacita en lo que acaba de decir y se contradice, "no es verdad, acá sí tenemos un policía, véalo". Levanto la cabeza y busco al personaje en cuestión siguiendo la dirección que me señala con su dedo estirado, pero por más que quiera no puedo ver nada a pesar de estar mirando hacia un parque desolado. Ahí está, me insiste el tipo, pero no logro ver nada. Busco entre las casas a ver si de pronto se asoma un escudo de la Policía Nacional o si de pronto lo veo conversando con alguna mujer bajo el alero de una casa, pero es imposible. Me doy por perdido y le digo, convencido de que es una broma, que el policía es invisible. El tipo se ríe y me explica lo que no pude ver: el único policía de Guane es un policía de civil, un voluntario. Realmente ni siquiera aparece en los libros de miembros activos de la fuerza pública nacional. El único encargado de vigilar por la seguridad, quién más, es el bobo del pueblo.

El bobo del pueblo es el único policía de Guane

El único policía de Guane fiel a su papel de policía: perdiendo el tiempo
Son cerca de las dos de la tarde y el bus que me llevará a Barichara acaba de llegar. El conductor me dice que se demora veinte minutos para salir, así que decido visitar la iglesia y el altar de Santa Lucía, la patrona de los enfermos de la vista y del pueblo. Solo estamos dos personas frente a la santa. La otra persona que no soy yo es una señora de muchos años que camina llevando velas encendidas de un lado para otro. Sufre de cojera por lo que camina apoyada en dos bastones. Debe ser su penitencia. Se ve que su vista es buena.

Interior de la iglesia de Santa Lucía


Uno de los compañeros de caminata se dirige a su casa. No a la suya, a la de él

Callecita

Industria nacional


El tiempo pasa lento en Guane, mucho. Creo haber estado los veinte minutos en la iglesia y apenas fueron un poco más de cinco. Salgo y en la única tienda en la que no veo amenazas de ser invitado a una cerveza me siento a esperar los minutos restantes. La señora de los bastones sale y la veo caminar hacia su casa, curiosamente, en la única loma que tiene Guane. Con la paciencia que solo puede tener quien vive acá sube lentamente la pendiente. El bus está a punto de partir, así que imagino el resto del trayecto de la señora. Supongo que debe estar tranquila, la vida le ha enseñado que así se vive mejor. Quién sabe, a lo mejor está disfrutando estos últimos pasos antes de tener una vista privilegiada mirando al Cañón del Río Suárez.

Cuesta arriba. La señora que sufre de cojera vive en la única pendiente que tiene el ´pueblo











3 comentarios:

  1. Alejo, que crónica tan bonita, me gusto mucho. Hay que mirar lo de los policías, por que no los hay o si es que Guane es jurisdicción de la policía de algún lugar. Me encantan las fotos.

    ResponderEliminar
  2. Me gusta tu blog. Por fin pude leerlo con calma. Amo tus fotos.

    ResponderEliminar